La obra del Espíritu Santo en su iglesia debe glorificar a Cristo y beneficiar a la congregación.
En 1 Corintios 12:1-11, el apóstol Pablo nos presenta un panorama profundo sobre la obra del Espíritu Santo. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre cómo el Espíritu glorifica a Cristo, equipa a la iglesia y actúa con plena soberanía. Sin embargo, el abuso y la malinterpretación de los dones espirituales pueden desviar nuestra atención de su propósito esencial: exaltar a Cristo y edificar Su cuerpo, la iglesia.
Lo que el Espíritu Santo hace es para glorificar a Cristo
En el pasaje de 1 Corintios 12, el apóstol Pablo nos deja claro que el propósito principal de la obra del Espíritu Santo es exaltar a Cristo. En los versículos 2 y 3, Pablo confronta a los corintios sobre prácticas paganas que habían mezclado con su fe cristiana. Les recuerda que nadie puede decir “Jesús es el Señor” sino por el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo no opera de manera separada o independiente de Cristo. Más bien, su obra es iluminar la gloria de Cristo y llevarnos a un reconocimiento profundo de su señorío. Esta obra no es un espectáculo para atraer atención hacia las personas, sino una revelación de Cristo como el único digno de nuestra adoración y obediencia.
Lo que el Espíritu Santo hace es para la iglesia
Pablo también enfatiza que los dones espirituales no son para el beneficio individual, sino para el bien común de la congregación. En 1 Corintios 12:7, leemos que “a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común”. Esto significa que cada don otorgado por el Espíritu está diseñado para edificar, exhortar y fortalecer al cuerpo de Cristo.
Los dones son diversos: sabiduría, conocimiento, fe, sanidades, milagros, profecías, discernimiento de espíritus, lenguas e interpretación de lenguas. Sin embargo, todos estos dones provienen del mismo Espíritu y están destinados a servir a otros dentro de la iglesia. Esta diversidad no debe ser motivo de orgullo o competencia, sino de gratitud y servicio mutuo.
El propósito último es que la iglesia funcione como un cuerpo unido, donde cada miembro aporte lo que ha recibido para la edificación de todos.
Lo que el Espíritu Santo hace es por su soberana voluntad
Finalmente, Pablo deja en claro que el Espíritu Santo distribuye los dones según su voluntad soberana (1 Corintios 12:11). Ninguna persona puede reclamar un don por su propio mérito o esfuerzo. Es el Espíritu quien decide qué dones da a cada creyente, según las necesidades de la iglesia y el propósito divino.
Este punto es crucial porque elimina cualquier posibilidad de orgullo o comparación. Nadie tiene todos los dones, y nadie queda sin un don. Cada uno tiene un rol único y valioso dentro del cuerpo de Cristo, y todos dependemos unos de otros.
Conclusión
La obra del Espíritu Santo en la iglesia no tiene que ver con espectáculos ni con la exaltación personal. Su propósito es glorificar a Cristo y beneficiar a su pueblo. Como creyentes, debemos buscar una mayor dependencia del Espíritu y una disposición a usar los dones que nos ha dado para edificar a la iglesia.
Que cada uno de nosotros pueda someterse a la dirección del Espíritu Santo y usar los dones recibidos para glorificar a Cristo y edificar su iglesia.
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