La idolatría y la incredulidad, un riesgo latente para nuestros corazones
- 18 may
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"La mano de Dios castigará a los idólatras e incrédulos, pero salvará a los que confían en Cristo."
La idolatría puede ser una realidad muy visible. En un pueblo de Michoacán, por ejemplo, la confianza se deposita mayormente en un santo, con fiestas que, a pesar de la devoción, se ven empañadas por excesos y violencia. Esta idolatría es la evidencia de una incredulidad profunda hacia el Dios eterno. La idolatría y la incredulidad van de la mano, alejando a las personas de Dios y llevando a actos que Él desaprueba. Las Escrituras advierten que Dios castiga estas actitudes.
Incluso como creyentes, debemos examinar nuestros corazones, pues a menudo albergamos ídolos, nacidos de nuestra incredulidad, que compiten por nuestra devoción. La historia bíblica de los filisteos y el arca de Dios en 1 Samuel 5 sirve como una seria advertencia. Fue escrita para Israel, un pueblo que, a pesar de ser escogido, también luchaba contra la idolatría. Esta advertencia es igualmente relevante para nosotros hoy: no debemos levantar los mismos ídolos que ellos.
El mensaje central se despliega en dos puntos clave:
Dios destruye nuestros ídolos y nos salva de ellos
1 Samuel 5:1-5 relata cómo los filisteos, tras capturar el arca de Dios (símbolo de Su presencia), la colocaron en el templo de su dios Dagón, junto a su ídolo. A la mañana siguiente, encontraron la imagen de Dagón caída rostro en tierra ante el arca. La levantaron, pero al día siguiente, Dagón cayó de nuevo, esta vez con la cabeza y las manos rotas, quedando solo el tronco.
Los filisteos, cegados por su incredulidad, no reconocieron que el Dios verdadero estaba humillando a su ídolo. Temían a Dagón y honraban su presencia, pero despreciaban la del Dios eterno. La forma en que evitaban pisar el umbral del templo de Dagón revela su ignorancia espiritual y su idolatría, pero también la impotencia de su ídolo frente al Dios de Israel, quien es el único real y poderoso.
Esta historia nos confronta con nuestros propios ídolos del corazón. Buscamos seguridad, identidad o plenitud en cosas como la familia, el trabajo, el dinero, o incluso pecados a los que nos aferramos. Todo lo que ponemos por encima de Dios se convierte en un ídolo.
Estos son falsos salvadores. Carecen de poder, no pueden hablar y solo ofrecen esperanza temporal. Nos alejan de Dios, nos ciegan y nos destruyen en lugar de salvarnos, impidiéndonos honrar al único Dios verdadero.
Tim Keller describe las consecuencias: "Un ídolo puede hacerte despiadado, puede impedir el desarrollo de tu corazón amoroso y del fruto del espíritu, puede alejar a ciertas personas, puede afectar tus relaciones familiares, puede herir a tus amigos y todas estas cosas pueden suceder por un largo periodo de tiempo antes de manifestarse con ejemplos evidentes de mentira, falsedad o adulterio... El pecado no es solamente hacer cosas malas, es convertir cosas buenas en tu prioridad porque esto arruina tu alma, destruye a tu comunidad y tu comunión y deshonra al Dios verdadero."
Los ídolos llevan a la destrucción. Israel, a pesar de estar cerca de Dios, cayó en idolatría al tratar el arca como un amuleto. Nosotros, como iglesia, podemos estar cerca de la verdad de Dios pero perdernos siguiendo ídolos internos, sin darnos cuenta de la gloria que tenemos cerca.
Dios es el destructor de nuestros ídolos. Él tiene el poder para derribarlos y humillarnos ante Él. Cristo vino a destruir nuestros dioses falsos. Al confiar en Él, el Espíritu Santo derriba nuestros ídolos y nos da descanso verdadero. Confesar nuestros ídolos a Dios permite que Él los destruya, porque quien está en nosotros es mayor que cualquier ídolo en el mundo. Cristo satisface, da plenitud, salva y da identidad, cosas que los ídolos jamás lograrán.
Dejar a un lado nuestros ídolos y humillarnos ante Cristo es esencial. Entregar nuestros ídolos a Sus pies es afirmar que Su sacrificio es suficiente. Persistir en la idolatría es negar la suficiencia de Su sacrificio, un camino destructivo. Confía en Cristo, el destructor de ídolos.
La mano de Dios castiga a los incrédulos pero salva a los que confían en Cristo
1 Samuel 5:6-11 muestra el juicio de Dios sobre los filisteos por ignorarle. La mano de Dios los hirió con tumores y muerte en varias ciudades. Esta plaga, posiblemente relacionada con la fiebre bubónica transmitida por ratones (1 Samuel 6:4), causó gran enfermedad y mortalidad. La presencia misma de Dios fue más devastadora que la guerra.
El miedo filisteo llevó a un clamor desesperado para que el arca fuera retirada. No fue un clamor de arrepentimiento, sino de rechazo. No quisieron a Dios, prefiriendo a Dagón. A pesar de ser castigados, no se humillaron ni se arrepintieron de su incredulidad e idolatría. Voluntariamente rechazaron la oportunidad de salvación y cambio que estaba tan cerca.
Rechazar a Dios voluntariamente, incluso estando cerca de Él, es algo terrible. Alguien puede haber escuchado el Evangelio y visto el poder transformador de Dios, pero negarse a seguir a Cristo por no querer renunciar a su estilo de vida. Está cerca, pero lejos, por su propia elección.
¿Cómo saber si estás cerca de Dios y crees en Él? ¿Tu vida muestra una rendición a Cristo? ¿Tus acciones y actitudes lo reflejan? El interés por Su Palabra, el deseo de santidad, el arrepentimiento, la generosidad, la humildad en oración, el disfrute de la congregación, la predicación del Evangelio, la creencia en él y el amor por los hermanos son indicadores. ¿O pides que Dios se aleje para vivir como quieres? Tu respuesta revela si has aceptado o rechazado a Dios.
Ten cuidado de rechazar a Dios. Además del juicio final, a veces Él permite el sufrimiento en esta vida para que abandonemos la incredulidad e idolatría y volvamos a Él. Si has rechazado a Cristo y vivido en orgullo e incredulidad, arrepiéntete bajo Su mano poderosa. La misma mano que juzgó a los filisteos puede sacarte de la oscuridad.
Humíllate bajo la mano poderosa de Dios (1 Pedro 5:6), y Él te exaltará. Acércate a Cristo con arrepentimiento y fe; Él no te rechazará. La mano de Dios castigó a Jesús en la cruz para no castigarnos a nosotros. Confía en Cristo, y Su mano te librará del pecado, te sostendrá, destruirá tus ídolos y te sacará de la incredulidad. Cristo destruye nuestros ídolos, nos salva, da vida eterna y nos capacita para serle fieles.
La lección para Israel y para nosotros es que, al confiar en Cristo, la mano de Dios nos librará de nuestros enemigos: el pecado, la muerte y Satanás. Cristo los venció en la cruz por nosotros. Pon tu fe en Él.
Yorumlar